Cuando llegué a Quebec, no tenía muchas opciones: sin permiso de trabajo y con clases de francés solo dos días a la semana, me sobraba el tiempo libre. Fue entonces cuando conocí a Doña Francisca, una salvadoreña de buen corazón. Catolica como muchas, generosa como pocas. Quien además, era la coordinadora de la banca alimentaria de los Caballeros de Colón, una organización católica que ofrece ayuda a recién llegados y personas de bajos recursos en Montreal.
Doña Francisca me abrió la puerta al mundo del voluntariado en Quebec. Yo no tenía ni idea de lo importante que es esta cultura aquí. Resulta que casi todo el mundo ha sido «bénévole» en algún momento de su vida o tiene algún familiar que lo ha sido. En una sociedad que, a primera vista, puede parecer fría, el voluntariado se convierte en un acto de calidez humana que no esperaba encontrar.
Mi experiencia como «bénévole»
Cada martes en la mañana, llegábamos temprano a la banca alimentaria. Siempre había cosas donadas durante el fin de semana: ropa para lavar, clasificar y doblar; juguetes que limpiar y organizar. Pero lo más importante ocurría en la tarde, cuando llegaba un camión repleto de alimentos que debíamos clasificar y distribuir en cajas de manera equitativa para todas las familias que acudían el miércoles a recogerlas.
El trabajo era duro pero gratificante. Nos tocaba lavar y separar verduras, muchas veces en mal estado porque provenían de supermercados y tiendas que preferían donarlas en lugar de botarlas. A veces recibíamos manjares inesperados, pero en otras semanas todo parecía ser casi desperdicio. Lo que nunca faltaba era pan y enlatados, ¡muchos enlatados! Había quienes sospechaban que nosotros nos quedábamos con lo mejor y les dábamos lo peor, pero puedo jurar que no era asi. Y Doña Francisca no lo permitiría. «¡Equidad!», decía levantando las cejas mientras revisaba cada caja para asegurarse de que todas fueran justas.

Me sorprendía ver a personas llegando en autos de lujo para pagar solo 5 dólares por una caja de alimentos. Aprendí que el síndrome de las apariencias no es exclusivo de Latinoamérica. A veces, lo que ves por fuera no refleja la realidad de alguien.
Terminábamos la jornada a las 7 u 8 de la noche, agotados pero satisfechos. Y al día siguiente, después de repartir todo, nos reuníamos a almorzar juntos. El almuerzo lo preparaban otras bénévoles con los mismos productos que llegaban en el camión, y créanme, salían platos deliciosos. Se respiraba un ambiente de hermandad que nunca había vivido antes.
Allí conocí a personas maravillosas: dominicanos, españoles, mexicanos, salvadoreños y hasta un par de venezolanas. Una red de apoyo que me ayudó a conseguir mis primeros trabajos y una habitación que finalmente podía pagar por mi cuenta. Desconocidos que me apoyaron cuando amigos y conocidos me dieron la espalda. Francisca, Lola, Caridad, Madrecita Linda, El tigre, Ramón, Alfonso, Olga. No olvido a ninguno y les agradezco infinitamente.
Más allá de la banca alimentaria: otras opciones de voluntariado
Si estás en Quebec y quieres hacer voluntariado, hay muchas opciones disponibles:
- Centros comunitarios: ofrecen actividades para personas mayores, como talleres de arte, ejercicio y acompañamiento.
- Organizaciones de apoyo a inmigrantes: muchas necesitan bénévoles para ayudar a recién llegados con trámites, clases de idioma o simplemente integración social.
- Refugios y comedores populares: siempre buscan manos que ayuden a preparar y servir alimentos.
- Bibliotecas y museos: muchas instituciones culturales tienen programas para personas mayores que quieran colaborar en actividades educativas.
Mi consejo
No hace falta formar parte de una organización para ser benevole. A veces, un simple gesto puede marcar la diferencia en la vida de alguien. Si ves a un latino en el supermercado luchando por hacerse entender al pagar, échale una mano. Si alguien te cuenta que no ha podido abrir una cuenta bancaria porque no sabe francés, acompáñalo. Si sabes de alguien que se siente perdido con los trámites en Service Canada o en la Régie de l’Assurance Maladie, oriéntalo según tu experiencia. No cuesta nada compartir los números y nombres de las organizaciones que te ayudaron a ti en su momento y, si puedes, hazle seguimiento por unas semanas. Un mensaje preguntando «¿Cómo te fue?» puede hacer que alguien se sienta acompañado en su proceso.

No importa si cuando llegaste nadie estuvo para ti. No es la venganza ni la indiferencia lo que te hará sentir mejor, sino abrir el corazón a las cosas buenas. «Una mano lava la otra y las dos lavan la cara», decía mi madre, y qué razón tenía. Orienta, traduce, acompaña, apoya. No subestimes el impacto de un pequeño gesto de solidaridad. En este camino de la vida, todo lo que das de corazón vuelve a ti de alguna manera.
Además, el voluntariado no solo ayuda a otros, sino que también te ayuda a ti. Te permite conocer gente, aprender sobre la cultura local y crear una red de apoyo que puede marcar la diferencia en tu proceso de adaptación. Si estás en Quebec y tienes la oportunidad, no lo dudes: ¡hazte bénévole! Créeme, recibirás mucho más de lo que das.