Cuando sobrevivir no es suficiente
Haber logrado escapar sin heridas físicas de aquel sórdido secuestro hizo pensar a las señoras que me ayudaron que lo peor ya había pasado. “Ahora sí viene lo bueno”, decían. Pero nadie habla de lo que no se ve. Las heridas del alma no sangran, pero duelen más. Las dos semanas siguientes me quedé…