Cada año, sin falta, los relojes en Quebec y en muchas partes de Canadá hacen su ya tradicional baile del tiempo: se adelantan en primavera y se atrasan en otoño. Y aunque llevo tiempo viviendo aquí, siempre hay algo en este cambio que me deja maravillada.
Ayer, sábado, me desperté como de costumbre a las 5:30 a.m., según el reloj de mi mesa de noche. Como casi todos los días, mi cuerpo ya tiene esa costumbre. Pero algo me desconcertó: estaba oscuro, completamente oscuro. No fue sino hasta bien entrada las 7:00 a.m. que los primeros rayos de sol empezaron a asomarse. Lo noté, pero seguí con mi día sin darle demasiada importancia.
Hoy, domingo, la historia fue diferente. Volví a despertar a las 5:30 a.m., según el mismo reloj de mi mesa de noche. Pero, sorpresa: el cuarto estaba tan iluminado que por un momento pensé que me había quedado dormida. Revisé mi teléfono y ahí estaba la explicación: en la madrugada había ocurrido el cambio de hora. Según la nueva hora oficial, ya eran las 6:30 a.m., y el sol ya estaba mucho más presente.

Entonces me pregunté: ¿Cómo sabe el universo que adelantamos la hora? ¿Cómo es posible que, a la misma «hora» según mi viejo reloj de mesa, la luz matutina sea tan diferente? Son de esas preguntas que, aunque tengan explicaciones científicas, igual me dejan maravillada por las hermosas funciones del universo.
El cambio de horario: ¿por qué lo hacemos?
El horario de verano y el horario de invierno son ajustes que se hacen en muchos países para aprovechar mejor la luz del día y, en teoría, ahorrar energía. Aquí en Canadá, la mayoría de las provincias cambian la hora dos veces al año:
- En marzo, adelantamos una hora (perdemos una hora de sueño, pero ganamos más luz en la tarde).
- En noviembre, atrasamos una hora (ganamos una hora de sueño, pero las tardes se vuelven oscuras más rápido).
La idea original de este sistema fue propuesta por Benjamin Franklin en el siglo XVIII, pero no fue hasta el siglo XX que se empezó a aplicar de manera más extendida, sobre todo en tiempos de guerra para ahorrar energía.
¿Realmente ahorramos energía?
Este es un debate que sigue abierto. En teoría, tener más luz natural en las tardes reduce el uso de electricidad en casa. Sin embargo, algunos estudios han demostrado que el ahorro es mínimo, e incluso hay quienes argumentan que el cambio de hora tiene más efectos negativos que beneficios.

El impacto en nuestro cuerpo y rutina
Para muchas personas, el cambio de horario es una pequeña tortura. Nuestro reloj biológico, o ritmo circadiano, se basa en la luz del día, así que cuando el horario cambia, nos toma algunos días (o semanas) adaptarnos. Algunos efectos comunes son:
- Sensación de cansancio o fatiga.
- Alteraciones en el sueño.
- Cambios en el apetito.
- Menor concentración durante los primeros días.
En mi caso, me toma al menos una semana acostumbrarme. Siempre me pasa lo mismo: en primavera, siento que me «roban» una hora de descanso; en otoño, disfruto el regalo de una hora extra en la cama. Pero, sin importar cuántas veces pase, el efecto de la luz natural en nuestra percepción del tiempo sigue siendo un misterio fascinante para mí.
¿Se acabará el cambio de hora algún día?
En los últimos años, ha habido muchas discusiones sobre eliminar el cambio de horario en Canadá. Algunas provincias, como Saskatchewan y algunas regiones de Columbia Británica, ya no lo hacen. En Quebec, sin embargo, seguimos ajustando nuestros relojes dos veces al año.
Hay propuestas para mantenernos siempre en horario de verano o siempre en horario de invierno, pero ninguna decisión ha sido final. Mientras tanto, seguimos despertando confundidos dos veces al año, tratando de recordar si debemos adelantar o atrasar nuestros relojes.
La magia del tiempo y la luz
Volviendo a mi reflexión inicial, sigo preguntándome: ¿Cómo es posible que, a la misma hora según mi reloj de mesa, la luz sea tan distinta? La explicación lógica es simple: el sol no sigue nuestro sistema artificial de horarios. Pero más allá de eso, me encanta pensar en lo asombroso que es vivir en un planeta donde todo está sincronizado de una forma tan perfecta.
Así que, aunque el cambio de horario pueda ser una molestia para muchos, también nos recuerda cuán conectados estamos con el ritmo natural del universo. Y eso, al menos para mí, es un pequeño recordatorio de lo mágico que es simplemente estar aquí, despertando cada día bajo una luz diferente.
Y tú, ¿cómo llevas el cambio de horario? ¿Eres de los que lo disfrutan o de los que lo sufren?