Cuando decidí quedarme a vivir en Canadá, pensé que lo más complicado para conseguir trabajo sería que alguien valorara mi experiencia. No imaginaba que el verdadero reto sería entender cómo funciona el sistema laboral desde cero: desde armar un currículum al estilo local hasta pasar entrevistas en un idioma que aún no dominaba. Entre formularios, traducciones y un montón de frases que no sabía pronunciar, descubrí que buscar empleo en otro país puede sentirse como resolver un rompecabezas… sin tener la imagen de referencia.
Mi primer CV “a la quebequense”
En mi país, yo sabía hacer un currículum. O al menos eso creía. Lo armaba con mi experiencia cronológica, un encabezado con mi objetivo profesional y un diseño que me parecía prolijo. Así que, cuando decidí buscar trabajo en Quebec, pensé: “Armo el CV, lo imprimo, lo entrego y listo”. Error.

El primer consejo que me dieron fue: “Tienes que adaptar tu currículum al formato quebequense”. ¿Y eso qué significaba? Bueno, que nada de lo que yo había aprendido servía. Acá el enfoque es distinto: no les interesa tanto tu trayectoria completa, sino lo que sabes hacer y cómo eso encaja con el puesto al que estás aplicando. Y nada de foto, edad, estado civil ni cosas personales. ¡Me sorprendí mucho cuando me dijeron que eso no se pone!
Entonces me vi frente a la computadora, con un archivo Word en blanco, preguntándome cómo contar quién era… sin contar quién era. Redactar en francés fue otro nivel de estrés. Mi nivel en ese momento no me permitía expresarme con soltura, así que terminé escribiendo un CV con frases entrecortadas, usando el traductor como si fuera una muleta, y pidiéndole a Google que me diga cómo se decía “atención al detalle” en francés.
Spoiler: no me llamaron de ningún lado.
Las entrevistas: entre el nervio y el “je ne comprends pas”
Cuando, por fin, una empresa me llamó para una entrevista, entré en pánico. No por el puesto (era en una fabrica de puertas y ventanas y el trabajo consistía en andar detrás de un operador, aspiradora en mano, para recoger los residuos que su trabajo producía), sino porque la llamada fue completamente en francés y yo apenas entendía lo que me decían. Aun así, dije que sí, que claro que entendía todo, y que por supuesto iba a asistir.
El día de la entrevista llegué transpirando, en pleno invierno. El miedo de no entender, de no poder expresarme, de que se me notara “lo extranjera”, me tenía con los nervios de punta. La entrevista fue una mezcla de mímica, frases cortas y muchas sonrisas forzadas. Me fui sin saber si lo había hecho bien o mal, pero orgullosa de haberme animado.
No me llamaron.
Empezar desde cero (otra vez)
Después de varios tropiezos, decidí pedir ayuda. Me anoté en CAFLA, (Centro de Ayuda a Familias Latinoamericanas) una organización que ayuda a latinos inmigrantes a integrarse, y ahí entendí muchas cosas. Me explicaron que no se trata solo del CV o del idioma, sino de entender la cultura laboral local. Aprendí a hacer cartas de presentación personalizadas, a responder entrevistas simuladas, a destacar habilidades transferibles (¡palabra mágica!) y a mostrar mi experiencia sin necesidad de que todo esté validado oficialmente.
Además, encontré en CAFLA un aliado fundamental desde el primer día. No solo me ayudaron con cuestiones laborales, sino que me acompañaron en trámites cotidianos que aquí pueden ser un dolor de cabeza: me asistieron para llamar a Hydro‑Québec y contratar la electricidad, me guiaron en llamadas a inmigración para aclarar mi estatus, y me impulsaron con talleres que iban desde practicar francés hasta aprender a cocinar platos locales. También me brindaron apoyo emocional, orientación en documentación y me conectaron con otros eventos y acompañamientos que hicieron la integración mucho más llevadera
Lo que nadie te dice (y te hubiese venido bien saber)
Lo que más me costó aceptar fue que, a pesar de tener experiencia, estudios y una buena disposición, empezar desde cero es inevitable. Que vas a tener que explicar tu vida laboral muchas veces, justificar huecos en tu CV, traducir documentos, validar títulos… y que, aun así, es posible que te digan que no.
Pero también entendí que esos “no” no significan que no sirves. Significan que estás atravesando un sistema nuevo, con reglas nuevas, y que estás aprendiendo. Y eso, aunque no figure en el currículum, también es una habilidad valiosa.
Una última cosa
Hoy miro para atrás y me río (con algo de rencor) de mi primer CV traducido con Google. Pero también me abrazo a esa versión de mí que, sin saber bien cómo, seguía intentando. Porque eso es lo que hacemos quienes emigramos: nos caemos, nos confundimos, lloramos frente a formularios imposibles… pero seguimos. Porque tenemos claro lo que queremos y sabemos lo que valemos.
¿Estás en ese proceso? Te entiendo. Y te digo esto: vas bien.